sábado, 30 de mayo de 2020

UN SÁBADO ESPECIAL



Sábado 30 de mayo de 2020, sin duda un sábado especial para recordar. Nos levantamos temprano y cosa rara en mi, sentí deseos de ejercitarme, nunca lo hago los fines de semanas. Mientras tomaba mi café me decidí, lo haría. Rápidamente preparé el espacio. Mi esposo aprovecharía para ir al supermercado por unas cuantos productos que necesitábamos. Mi hija al verme muy entusiasmada preparando todo para la rutina, decidió hacerla conmigo. Me conecté al vivo en YouTube y nos pusimos a hacer nuestros ejercicios con Fausto Murillo. Intenso para ser sábado pensé,  yo tenía más resistencia, estaba acostumbrada a sus rutinas,  pero mi hija no, así que hizo una buena parte y luego buscó su Mini Ipad, puso música y se empezó a bailar. Yo pude terminar a duras penas, estaba agotada de las clases de la semana, me dolían hasta las uñas. Al finalizar, me sentí feliz, y llena de energía, primera vez en la vida que hago ejercicio un fin de semana. ¡Cosas de cuarentena!

Justo a tiempo terminé y pude unirme al  Rosario por el fin de la pandemia presidido por el Papa Francisco desde la réplica de la gruta de Lourdes, en los Jardines Vaticanos, rezar me llenó de paz y alegría, sobre todo en estos momentos en que el mundo necesita tanto  de la misericordia de Dios. Fue muy lindo, al final el Papa dio unas palabras en español para la comunidad habla hispana. Me sacó una sonrisa. 

Después del almuerzo todos nos preparamos  para ver el lanzamiento del cohete Falcon 9 de la empresa  SpaceX, a medida que se acortaba el tiempo para el despesque, yo sentía una emoción, más bien nerviosismo, solo de imaginarme ahí en esa cápsula que me mandaría al espacio exterior. Los astronautas lucían tranquilos. Me dije:  ¡Jamás viajaré al espacio, moriría antes del lanzamiento!. Me aterran los espacios pequeños y encerrados.

Mientras esperábamos por el histórico momento por CNN podíamos ver el sinnúmero de protestas en Estados Unidos, miles de personas en las calles, unos con mascarillas  otros sin nada, sentí un tufo a muerte paseándose entre ellos, el Covid19 estaba ahí, Dios los guarde. Estaban protestando contra el racismo, gritaban como consiga #BLACKLIVEMATTER pero se exponían de tal manera que parecía que ni su propia vida  les interesaba. Todas las vidas son importantes, negras o blancas.

Vimos paso a paso el despegue del cohete y como se fueron desprendiendo algunas partes una vez consumido el combustible, todo bien calculado, hasta que la Crew Dragon de  agencia SpaceX de Elon Musk siguió su curso hacia  a la estación Internacional de la NASA.

Pasada la emoción del lanzamiento los niños subieron a jugar y yo seguí con la lectura de El Peso del Corazón, de Rosa Montero, tenía varios días leyendo, pero no me había enganchado tanto, así que el ritmo de lectura ha sido un poco lento. Me preparé un té, y empecé a leer. La tarde estaba envejeciendo y unas chispitas de agua se colaban por mi ventana llegando hasta mi cara, las sentía como pullitas de caricias. ¡Que relajante!Un manto espeso y blanco de lluvia cubrió con fuerza la ciudad. Yo estaba más que feliz, amo los días lluviosos sobre todo cuando tengo un  libro entre mis manos. Mi esposo a mi lado trabajaba en su computadora. La compañía perfecta!

Más temprano había pedido unos postres a una vecina que tiene una Pastelería.  Estaba metida en los enredos de la detective Bruna cuando me avisó que podía ir a buscarlos a su apartamento. La chica que trabaja en casa fue por ellos. Cuando vi las delicias me arrepentí de haber tomado el té tan temprano, era perfecto para acompañar mi flan o quesillo como le dicen los venezolanos. Los niños bajaron por sus postres y rápidamente todo desapareció. 

Me puse a  revisar mi celular y vi un anuncio que nos había enviado una amiga, emprendedora, empresaria, estaba promocionando sus productos, tequeños, empanadas, pastelitos, este no era su negocio,  pero estaba reinventándose en medio de la pandemia.  Ya le habíamos comprado antes y todo estaba delicioso. Le hice un pedido de empanadas y quedamos en que me las haría llegar y así fue. Lo bello de este pedido, además de lo bien que se veían las empanadas,  fue la notita, una cartita diría mi hija, que me escribió de su puño y letra.  "Un abrazo a la distancia.  Gracias." Me alegró tanto recibirla, y recordé que hacía mucho tiempo que nos vemos, a pesar de vivir cerca, por el confinamiento, pero el cariño sigue intacto entre nosotras. Somos un grupo de seis bellas mujeres, por dentro y por fuera, acostumbradas a reunirnos frecuentemente. Las últimas conversaciones han sido por Zoom o videos llamadas, gracias a Dios teníamos esta opción. Que más se podía pedir? Tenía tanto que agradecer en un solo día.  Me sentí infinitamente bendecida. 

Que bello es transformar con palabras un simple pedazo de papel en un abrazo, en una muestra sincera de agradecimiento y amistad. El poder de las palabras es infinito, tan infinito como el alcance que tienen,  cuando son escritas desde el corazón.

Minnie Flores 








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