martes, 12 de mayo de 2020

REUNIÓN DE PADRES PRIMER GRADO.


La escuela de mis hijos organizó una reunión para padres de primer grado. Los maestros de cada materia se presentarían y hablarían sobre el método de enseñanza que estaban utilizando. Entre los padres las  quejas estaban por todos lados y aún la reunión no había empezado. La mayoría coincidían en que no había buena comunicación por parte de  la escuela.  Demasiadas tareas y trabajos que hacer en casa de un día para otro. Sentían que ya  no tenían vida propia. No podían salir a pasear con sus hijos los fines de semana. No podían tenerlos en actividades extracurriculares por la gran cantidad de trabajos escolares.  Yo escuchaba callada porque no era mi caso. No tenía ningún problema con mi hija.
Una vez la reunión inició  las quejas se hicieron formales. Las personas que pedían la palabra era para comentar lo que no les gustaba, la mala organización, la falta de comunicación, el exceso de tareas y trabajos para hacer en casa. Hasta que una madre, amiga mía, se levantó y comentó que no era su caso. Era simplemente asunto de organización por parte de los padres. Todos teníamos responsabilidades y múltiples ocupaciones, pero organizándose todo se podía hacer. Comentó que ella hacia las tareas el fin de semana con sus hijos una vez que recibía la guía semanal. Que no era cierto que las tareas eran asignadas de un día para otro. Los niños que llevaban tareas a casa durante la semana era porque no la habían terminado en su horario de clase. Cada padre debía decidir si las hacia el fin de semana, o las hacían por día. Pero eso dependía de cada familia. Y el punto final que puso a la mayoría histéricos,  padres y madres, fue cuando dijo que para ella no eran demasiadas cosas. No sentía que estaban sobrecargando a los niños. Claro que tenían que dejarles tareas es parte de su formación, crearles un hábito de estudio. Están en primer grado y están aprendiendo a ser responsables, finalizó diciendo. 
Después que mi amiga terminó de hablar, muchas  mamás  pedían la palabra y  también algunos padres. Se levantó una señora que le faltó poco para llorar. Se notaba molesta.  Según ella le estaban robando la alegría a sus hijos, porque todo no era estudio, todo no era escuela, ya no podían ni jugar. Ni siquiera pensar en ir  a la playa o a comer fuera de casa, todo era estudio. Era excesivo. Y no estaba de acuerdo para nada con lo que acaba de decir mi amiga. Casi, casi la aplauden.
Fue entonces  cuando ya no pude más. Todos tenemos derecho a dar nuestra opinión y eso se respeta. Cada familia es un caso distinto. Pero usualmente noto que solo alzan la voz los que no están conformes. Los que se quejan. Los que sacan una lista enorme de lo que está mal. Los que estamos bien, callamos y escuchamos. No debe ser. Alcemos la voz, demos a conocer nuestro punto de vista, tenemos el mismo derecho de hacerlo.  Yo no tenia ningún problema con la escuela. Es más estaba muy satisfecha. Mis hijos estaban aprendiendo y eso lo veía día tras día. Nosotros somos el mejor termómetro para medir sus conocimientos. Pedí la palabra y dije que estaba de acuerdo con mi amiga. Que en nuestro caso, gracias a Dios todos los fines de semana nos íbamos para la playa, antes de irnos adelantábamos las tareas del lunes y martes. En ningún lugar decía que el fin de semana, dos días, tenían que hacerlo todo. Que para mí  la comunicación era buena. Mi hija traía sus cuadernos y libros, prácticamente no traía ninguna tarea extra en la semana. No tenia nada de que quejarme. Les aconsejé de dejar de estar viendo los grupos de chat de otros salones. Eso solo empeoraba las cosas. Que dejaran de comparar a las maestras. Y que me parecía que el material que estudiaban iba totalmente acorde con el grado, ya que varios  dijeron que la información era demasiado avanzada, para niños más grandes. No estuve de acuerdo.
Al parecer a mucha gente no le agradó mi comentario. Inclusive en el grupo de chat de mi salón al día siguiente una señora comentó de manera burlona que habían mamás que hasta se iban para la playa, y que sentían que todo estaba perfecto. Que de seguro estábamos en otra escuela. O que seguramente nuestros hijos eran unas lumbreras.
Cuando leí esto, no me molesté, solo reflexioné. Había caído en lo mismo. Hablé de más, así fuera algo bueno.  Me salí de contexto. No  debí decir lo de la playa, a nadie le interesa que hago o dejo de hacer. Aunque es cierto que lo hago. Cómo  me organizo para tener todo al día y vivir totalmente relajada y poder disfrutar de mi familia es asunto mio. También comprendí que vivimos historias distintas. Mientras yo no tengo un horario que cumplir y soy dueña de mi tiempo, la mayoría si. Viven tratando de ganarse la vida día a día, luchando, haciendo de tripas corazón con su tiempo. Llegan en la noche a sus casas, quizás cuando sus hijos ya duermen. Ese no es mi caso gracias a Dios. Yo siempre estoy ahí para ellos. Sentí  tristeza por la señora que me criticó y entendí que su vida es muy distinta a la mía. Lo supe por todo lo que escribía, su vida parecía un caos. Ni treinta horas al día le alcanzaría para todo lo que hacía. Pero jamás me tomo nada personal. Sus palabras irónicas no eran contra mi. Eran en  contra de  lo que yo disfruto, tiempo libre, y es lo que a ella le faltaba. Di gracias a Dios por mis todas mis bendiciones. Elevé una oración por el bienestar de ella, para que ojalá pudiera vivir menos estresada. Señores, por ahí leí que la gente se la pasa trabajando para ganarse la vida, cuando a la vida no hay nada que ganarle, a la vida hay que disfrutarla. No importa nuestro estatus social.  Si nos pasamos quejándonos de todo lo que no nos gusta estaremos cubriendo con un gran manto todo lo bueno que Dios nos regala con cada amanecer, y aunque esté ahí frente a nuestras narices  con esa forma de pensar y actuar, no las veremos jamás.

Minnie Flores
19 de junio de 2016