Tenía un par de días sintiéndome triste. Pajaritos inquietos revoloteando dentro de mi mente. Pensé que la cuarentena estaba afectando mis emociones, a pesar que gracias a Dios no tenía queja, más bien estaba agradecida por las bendiciones recibidas. Todos estábamos bien en casa. En fin, como dice la canción de Shakira "lloro una vez al mes", debía estar en esos días, era lo más probable. Como no entendía la razón de mi tristeza mi mente se preparaba para encontrar una o varias. El tema era que con razón o no, empecé a cuestionar toda mi existencia. ¡Un poco exagerada! ¿Realmente estaba siendo útil?, ¿estaba dando lo mejor de mí?, y en ese caso, ¿que era lo mejor de mi? No era especialista en ninguna materia, al contrario demasiados cosas dejadas a la mitad en mi recorrido por esta vida. ¡Increíble cómo la mente automáticamente nos saca un listado de nuestras debilidades y defectos, y se prepara para anidar en forma de frustraciones! Trataba de darme ánimos, diciéndome eres buena madre, buena esposa, buena hija, etc. nada era suficiente. No se trataba de lo buena que era con los demás, se trataba de mi y mi realización como persona, como ser humano. Y al no encontrar ese algo, el alma empezó a inundarse con mis lágrimas. Me quebré y lloré. Ni yo no podía encontrar mis propias virtudes, era una sensación de inutilidad, soledad mezclada con nostalgia. Esto no era usual en mi, la mayor parte del tiempo me siento bendecida y agradecida por lo que soy y lo que tengo.
Estaba acostumbrada a darle ánimos a los demás, tenía un sensor para reconocer las tristezas ajenas, al parecer un don para consolar y devolverles las sonrisas, subirles el ánimo pero, por qué no era capaz de hacerlo conmigo misma. No encontraba las palabras, ni mis fortalezas en ese mar tormentoso que era mi mente. Las olas iban y venían en forma de llanto. Cuando me decía ya pasó, una enorme ola volvía a derrumbarme, a veces era una palabra, o algo que veía, la tormenta empezaba de nuevo. Mi esposo me miró y me dijo estás rara. Le dije que me sentía triste y no sabía porqué. Era cierto. Debe ser que estás en tus días o próxima, me dijo. Ya me ha había pasado antes. Él sabía que la cuarentena la estábamos llevando bien, felices, tranquilos y muy cómodos. Me miró con ojitos tristes, y me acarició la cabeza. Yo solo quería estar sola para poder llorar a mis anchas. No quise darle detalles de todo lo que implicaba ese "estoy triste"
Así pasé el día, hasta que a las 3:00 p.m. que sonó la alarma que tengo en mi teléfono, el recordatorio de la hora de la Divina Misericordia. Me conecté a un canal de Yotube e hice la coronilla a la Divina Misericordia, empecé pidiendo perdón por sentirme así. Sola, triste, cuando sabía que no lo estaba, pero no lo podía evitar. A medida que hacía la coronilla me iba sintiendo mejor, y consolada. Al terminar mi ánimo había cambiado. Luego miré una imagen que tengo de la Virgen y sentí un deseo enorme de hacer el rosario, lo hice con amor y devoción, por mi, por mi familia, por los seres que amo. Pedí sanación física para todos aquellos que la estuvieran necesitando, especialmente por mi suegra, y también por sanación espiritual y emocional, la enfermedad que nos está consumiendo. No tengo forma de explicar lo que sentí al momento de terminar el rosario, una sensación de paz, amor, liberación, se apoderó de todo mi ser. Sentí el abrazo celestial y maternal de la Virgen, reina de la paz y la ternura, recordé y experimenté lo amada que soy, que somos todos, y aún así nos quebramos, por eso no debemos dejar de rezar, orar, meditar, bendecir, agradecer, llenar nuestra mente y pensamientos con la palabra y la promesa de Dios y su madre. No estamos solos y somos infinitamente amados. No rezo el rosario todos los días, pero no hay momento del día que no tenga presente a nuestra madre celestial, y haga oraciones en silencio para ella.
Ahora mi espíritu está alegre, esto no significa que no volveré a sentirme triste, al contrario, es saber a donde debo recurrir cada vez que me sienta triste, porque el vació del ser, no lo puede llenar un amor terrenal, esposo, hijos, solo Dios y su madre celestial nos llenan por dentro de tal manera, para que podemos compartir ese querer, ese amor con los seres que amamos. Descubrimos que somos valiosos y exitosos si todo lo que hacemos, en el rol que sea, lo hacemos por amor, dando lo mejor de nosotros cada día. Empecemos por los que tenemos más cerca, nuestra familia. ¡Amado Jesús yo confió en ti, y en tu infinita misericordia!
¡Hasta la próxima hormonas alborotadoras y cizañosas!
Minnie Flores.